Dentro del cuerpo existen muchas bacterias. De hecho, los humanos tienen más bacterias que células en el cuerpo. La mayoría son beneficiosas. Aquellas que se encuentran dentro de los intestinos no solo ayudan a digerir los alimentos, también trabajan en todo el cuerpo y pueden ser buenas para la salud física y mental.

Los intestinos son el cuartel principal de las bacterias en el tracto digestivo. Aquí, ellas se encargan de descomponer los alimentos y transformar los nutrientes en sustancias que el cuerpo pueda usar. Dejan de multiplicarse cuando se les termina el alimento, así el organismo obtiene solo lo que necesita.

Las bacterias “buenas” del intestino se encargan de mucho más que solo ayudar con la digestión. Ya que se multiplican con mucha frecuencia, ayudan a controlar la cantidad de bacterias “malas”, porque les dejan sin espacio para crecer. Lo ideal es tener un equilibrio de bacterias saludables en el cuerpo.

Algunos estudios han demostrado que cuando este equilibrio no existe, y es excesiva la cantidad de bacterias malas, existe mayor riesgo de sufrir la enfermedad de Crohn, colitis ulcerativa, y síndrome de colon irritable. Todavía se encuentran en desarrollo tratamientos para estas enfermedades que se enfoquen en las bacterias intestinales.

Algunos tipos de bacteria también están relacionados con el colesterol que afecta al corazón. Al consumir carne roja o huevos, esas bacterias producen un químico que el hígado transforma en un compuesto llamado N-óxido de trimetilamina (TMAO). El TMAO podría contribuir a la acumulación de colesterol en los vasos sanguíneos. Existen estudios en cursos sobre un compuesto natural llamado DMB que puede ser encontrado en el aceite de oliva y en el de semillas de uva. El DMB podría detener el proceso de creación de TMAO por parte de las bacterias.

Una cantidad excesiva de TMAO puede conllevar al desarrollo de la enfermedad renal crónica. Las personas que la tienen normalmente no eliminan el TMAO de su organismo como deberían. Esto también aumenta el riesgo de sufrir enfermedades del corazón.

Las bacterias intestinales también juegan un rol importante en el funcionamiento del cerebro. Algunos estudios demuestran que el balance de las bacterias puede afectar a las emociones, la manera en la que el cerebro procesa la información proveniente de los sentidos, como los sonidos, sabores o texturas. Además, los científicos sospechan que este equilibrio también está relacionado con enfermedades como el autismo, la ansiedad, la depresión y el dolor crónico.

Un desbalance en las bacterias puede enviar señales erróneas al cerebro sobre la saciedad de la persona. Los investigadores creen que puede también estar relacionada la glándula pituitaria, que segrega las hormonas que ayudan a regular el apetito. Esta glándula puede afectar los niveles de bacteria en los intestinos.

Las bacterias intestinales pasan de la madre a sus hijos al nacer, y su desarrollo se ve influenciado por el medio ambiente en el que la persona crece y por su alimentación. Es diferente para cada persona dependiendo de su lugar de origen y también puede alterarse para llegar al balance esperado. Una buena ayuda, por ejemplo, son los suplementos de probióticos.