Padre, Madre Hija

Sabemos que los rasgos físicos en nuestro cuerpo son consecuencia de la mezcla de información genética que nos han heredado nuestro padres. Cada padre contribuye con el 50% de nuestra información genética. Pero, esta herencia ¿también influye en cómo aprendemos y cómo crecemos? ¿O eso es acaso trabajo del medio ambiente, o de ambos factores combinados?.

Un nuevo estudio de Kong y sus colegas muestra que los genes de los padres, incluso aquellos que no se transmiten a los niños, tienen importantes efectos en la salud y los logros educativos de los niños.

Aunque este descubrimiento ha sido informado por algunos como «revolucionario», para mí no es demasiado sorprendente, dice Jenny Graves, distinguida profesora de Genética en la Universidad de La Trobe, en Australia.

“Ya sabemos que los padres aportan genes que influyen directamente en el desarrollo, y que el entorno del niño determina el efecto que tienen estos genes. Pero una parte crucial de este ambiente son los padres, este nuevo estudio destaca la importancia de los genes parentales en la configuración de cómo nos criamos”, recalcó Graves.

Genes y desarrollo humano

En base a muchos estudios se conoce que la mayoría de los aspectos del crecimiento y desarrollo humano están fuertemente influenciados por la composición genética de cada niño. Por ejemplo, la comparación de gemelos idénticos y no idénticos muestra grandes componentes genéticos para las diferencias físicas tales como la altura y el peso, así como para muchos comportamientos, incluida la capacidad de aprendizaje.

Pero, de igual manera se conoce que todos estos rasgos están fuertemente influenciados por el medio ambiente. Por ejemplo, la altura puede frenarse o modificarse debido a una mala nutrición, así como la capacidad de aprendizaje puede limitarse por la pobreza.

“Cientos o probablemente miles de nuestros 20,000 genes, contribuyen a estas cualidades, tomando en cuenta que para cada gen, diferentes variantes pueden producir diferencias, grandes o pequeñas, en la forma en que se desarrollan los niños”, dijo Graves.

Con los adelantos científicos, ahora que el estudio del ADN es mucho más barato y rápido, los científicos pueden observar el genoma completo de miles de niños y sus padres e identificar las diferencias del genoma (todo el material genético) entre ellos. Esta técnica, llamada estudio de asociación de genoma completo (GWAS), ha identificado muchos genes humanos involucrados en el desarrollo normal y las enfermedades humanas.

Por ejemplo, gracias a ésto, “sabemos por un estudio de 100,000 personas que 74 regiones del genoma están asociadas con el «logro educativo» (el número de años de estudio)”, agregó Graves.

Efectos gen a distancia

Puzzle

Un niño recibe una copia de cada gen a través de un óvulo de la madre y la otra copia a través de un espermatozoide del padre. Debido a que es probable que las madres y los padres tengan leves diferencias de secuencia en la mayoría de sus genes, es fácil (para una computadora) identificar para cada gen copia proviene de mamá y cuál de papá.

También es fácil hacer lo opuesto: decir cuál de las dos copias de la madre o el padre se transmitió al niño, y qué copia no llegó a ese óvulo o esperma contribuyente en particular.

La mayoría de los estudios de GWAS analizan solo las copias que sí se transmitieron al niño. El nuevo estudio examinó deliberadamente las copias parentales que no se transmitieron.

En éste se rastreó genes en 21,637 hombres y mujeres en Islandia, donde los datos del genoma están disponibles para toda la población. Buscaron en uno o ambos padres para descubrir qué copias de genes se transmitieron a cada sujeto, y descubrir cuáles no.

Luego correlacionaron las copias parentales no transmitidas con aspectos de educación y salud en sus hijos. Encontraron, en general, que las copias no transmitidas sumaron a un efecto mayor en el logro educativo del niño, casi un tercio del efecto que los propios genes si heredados en los niños. Los alelos no transmitidos tuvieron el mismo efecto ya sean maternos o paternos.

Era similar para los componentes de crecimiento y salud: altura, peso, índice de masa corporal, uso de glucosa y metabolismo de las grasas en el cuerpo, e incluso la cantidad de cigarrillos fumados. Una vez más, se encontró que los alelos parentales no transmitidos (especialmente los de la madre) tenían un efecto importante, a pesar de que no terminaban en los niños.

La naturaleza de la crianza

Libros y manzanas

Entonces, “¿por qué no estoy sorprendido por este nuevo hallazgo?” dice Graves. Hemos sabido por mucho tiempo que la composición genética de la madre puede tener un fuerte efecto en el desarrollo de su descendencia. Los «genes del efecto materno» se han estudiado durante décadas en animales domésticos, incluso peces y moscas de la fruta.

En humanos y otros mamíferos, dichos genes influyen en la salud y el estado nutricional de la madre durante el embarazo y en el suministro y la composición de su leche. Esto tiene grandes efectos en el crecimiento y desarrollo del feto y el bebé. Entonces, no es sorprendente que, en este estudio, los alelos no transmitidos de las madres tengan un mayor efecto en la salud de sus hijos que los del padre.

Pero, ¿cómo funcionan los genes no transmitidos del padre? ¿Y cómo afectarían los genes parentales al logro educativo final de su hijo?

La transmisión de la influencia debe ser a través del comportamiento de los padres, que en sí mismo está parcialmente determinado genéticamente. Las prioridades que los padres asignan a la lectura, el deporte, el consumo de alcohol y los cigarrillos están determinadas por los genes y crean un ambiente hogareño que influye en los niños para bien o para mal.

Este estudio enfatiza que los padres son componentes críticos del entorno de sus hijos. Su contribución al bienestar de sus hijos no es solo directamente a través de los genes que transmiten, sino también indirectamente a través de su propia composición genética que influye en quiénes son y cómo crían a sus hijos.

Kong llama a esto «nutrición genética». ¿Será que su trabajo, inadvertidamente, ha comenzado a identificar genes que contribuyen a la «buena crianza»?, cuestiona Graves.