Todos tenemos conocimiento de lo importante que es mantenerse hidratado cuando hacemos deporte. Existen muchos consejos que prometen ser la fórmula adecuada para conseguir hacerlo correctamente, como por ejemplo que bebamos ocho vasos de agua al día o que «nos adelantemos a la sed» antes, durante y después del ejercicio para evitar la deshidratación pues ésta perjudica el rendimiento y causa daño a la salud.

Muchos de esos consejos carecen de un respaldo científico sólido. Las investigaciones realizadas sobre el tema muestran que normalmente obtenemos suficiente agua (PDF) tanto a través de los alimentos (que nos dan el 20% de nuestra agua) como de bebidas, incluyendo en éstas café, colas y alcohol. Para la mayoría de personas, la sed es un indicador confiable y suficiente del momento en el que necesitamos más líquido. Y sí, también mientras realizamos ejercicio.

De prevenir a excederse

Varios estudios han revelado que la deshidratación en realidad no siempre es la amenaza que se representa en muchos medios.  Contrariamente a la creencia popular, por lo general no es la causa de calambres musculares relacionados con el ejercicio o insolación. Los estudios que involucran a ciclistas competitivos han dado con que la deshidratación leve no perjudica el rendimiento del ejercicio. Es más, beber sólo cuando se tiene sed termina dando como resultado un mejor rendimiento que beber constantemente.

De hecho, según un informe elaborado por 17 expertos, intentar evitar la deshidratación puede conducir a un problema más grande, que es beber demasiado al hacer ejercicio. Si ingerimos tanto líquido que nuestro cuerpo no puede deshacerse del exceso a través del sudor o la orina, los niveles de sodio pueden llegar a ser peligrosamente bajos y provocar lo que se conoce como hiponatremia. Esta afección puede causar dolores de cabeza, vómitos, confusión, convulsiones y, en algunos casos, la muerte.

Que el peligro de la deshidratación se ha exagerado (posiblemente por motivos comerciales) es patente precisamente en los casos que hiponatremia. Antes, esta se producía principalmente entre los corredores de maratón que corrían con más lentitud, pero ahora está apareciendo entre personas que practican actividades como senderismo, medios maratones y el hot yoga.

El color de la orina no avisa de la deshidratación

Una de las formas más difundidas para determinar nuestro estado de hidratación es revisar el color de nuestra orina, la cual debe ser de color amarillo pálido. Supuestamente, cuanto más oscura sea, más deshidratados estaremos. Pero es un consejo como mínimo engañoso.

En base a la evidencia, la noción de que el color de la orina es un indicador preciso de la hidratación ha sido desacreditado por los investigadores. Y esto ha sido porque algunos alimentos, como la remolacha o la zanahoria, pueden afectar a ese color. También lo hacen ciertas vitaminas y algunos medicamentos y suplementos dietéticos.

Es más, volvemos a lo mismo de antes: esforzarse porque nuestra orina sea de un color pálido puede inducir a algunas personas a beber demasiado y sobrehidratarse. Y, por lo tanto, a desarrollar hiponatremia.

Beber cuando se tenga sed, pero ¿qué?

Los expertos que redactaron el informe sobre la hiponatremia dijeron que la mejor manera de asegurarse de que estemos bien hidratado antes, durante y después del ejercicio es «beber líquidos sabrosos cuando tenga sed». Ahora bien, ¿qué entra en eso de «sabrosos»? ¿Solo agua? ¿Agua con saborizantes? ¿Bebidas deportivas?

Pues depende de nuestro gusto. Si nos basta con agua, pues con agua es suficiente. Si preferimos aguas con sabor o productos similares, pues entonces recurriremos a ellos, pero sin olvidar que suelen contener edulcorantes artificiales u otros aditivos. Por ello, también podemos recurrir a algo más natural, como añadirle al agua unas rebanadas de fruta o ramitas de hierbas.

En cuanto a las bebidas deportivas, que contienen carbohidratos y minerales conocidos como electrolitos, su eficacia depende en realidad de nuestra práctica deportiva. Estas bebidas son más útiles para los atletas que hacen un ejercicio vigoroso durante más de una hora, especialmente en climas calurosos. Para la mayoría de nosotros, no ofrecen un beneficio superior al del agua y además nos proporcionan calorías y azúcar adicionales que no necesitamos.

El agua de coco se suele promocionar como una alternativa a las bebidas deportivas. Tiene un alto contenido de potasio electrolítico pero normalmente contiene menos sodio que las bebidas deportivas, una característica que la hace menos efectiva para aquellos que hacen ejercicio vigoroso y prolongado. Y hay que tener en cuenta que también tiene más calorías más calorías que el agua normal.

En cuanto a otras aguas especiales (alcalinas, destiladas, oxigenadas o mejoradas con vitaminas), hay que contar con que se exageran mucho sus propiedades: existen pocas pruebas de que sean más beneficiosas que el agua normal en lo que se refiere a hidratación, rendimiento, recuperación o salud en general.

Por lo tanto, al final la elección dependerá de nuestro gusto y de nuestro bolsillo, no sin olvidar los inconvenientes de cada producto. Y siempre, siempre recurriendo a lo que nos dice nuestro cuerpo: beber cuando tengamos sed, no tratar de adelantarnos a ella.

Fuente: CNN