Los pelos presentes en todo el cuerpo de un ratón, utiliza las 2 mismas vías de señalización química celular para comunicarse entre ellos, un hallazgos que podría ayudar a entender la calvicie.

El pelo no crece constantemente, al contrario, cada folículo piloso atraviesa un ciclo de crecimiento, muerte y posterior descanso. Investigaciones previas encontraron que existen 2 vías de señalización celular llamadas Wnt y BMP. Éstas juegan un papel fundamental en la regulación del crecimiento del pelo de la espalda de los ratones.

El Dr. Maksim Pikus, de la Universidad de California, y su equipo utilizaron un modelo matemático para determinar si las mismas vías de señalización, desempeñan el mismo papel en el pelo del resto del cuerpo del ratón, y así fue.

Los hallazgos sugieren que todo el pelo presente en el cuerpo utiliza el mismo lenguaje celular para coordinar el crecimiento entre sí. Olas de señalización de Wnt extendiéndose de pelo en pelo, serían las encargadas de activar el crecimiento del folículo; seguidas por olas de señalización de BMP que apagaría el sistema de crecimiento, interrumpiendo el mismo.

Combatiendo la calvicie

“Piensen en la calvicie como en una carrera de postas” explica Plikus. “Un atleta sería el folículo piloso activo, que pasa la señal al siguiente, y así sucesivamente”.

Esta es la primera vez que un modelo matemático predice de manera tan precisa el patrón de crecimiento del pelo de todo el ratón. El equipo de investigadores, basaron su modelo en observaciones realizadas en pequeñas áreas de pelo. El patrón de crecimiento encontrado en el modelo, pudo ser identificado posteriormente en ratones reales.

Plikus espera usar modelos similares para realizar esfuerzos, en miras a regular el sistema Wnt-BMP con medicamentos. Un enfoque que podría modificar las olas de señalización, permitiendo el crecimiento de pelo en zonas de calvicie.

“Ahora tenemos la ruta del mapa para optimizar los niveles de activadores e inhibidores del crecimiento del pelo y lograr el crecimiento de pelo deseado”, concluye Plikus.

Fuente: New Scientist