La tiroides es una pequeña glándula ubicada en el cuello que se encarga principalmente de regular el metabolismo y la respuesta de nuestro cuerpo con las hormonas. Así es como nuestro cuerpo controla la energía que recibimos y la distribuye. Funciones como el uso de oxígeno y producción de proteínas están a cargo de esta glándula.

Cuando no funciona correctamente se lo conoce como problema de tiroides. Si produce menos hormonas de lo normal, se llama hipotiroidismo. Mientras que si se produce demasiado se trata de hipertiroidismo.

Uno de los síntomas comunes del hipotiroidismo es el aumento de peso. Esto sucede porque el metabolismo funciona de manera más lenta que lo normal y retienes más sal, agua y grasa. Lo contrario sucede con las glándulas hiperactivas, donde muchas veces las personas bajan de peso sin dieta o siquiera intentarlo.

Otro problema común es la fatiga y cansancio constante. El motivo puede ser que la glándula está inactiva y por lo tanto el metabolismo es lento, pero también puede ser que la hiperactividad tenga al sistema al 100% todo el día y el resultado es agotador. En todo caso, cualquier tipo de problema de tiroides puede hacerte sentir cansado.

En el caso del hipotiroidismo también se lo suele relacionar con depresión, constipación, calambres musculares, piel y cabello seco.

Para el hipertiroidismo debes estar pendiente de síntomas como nerviosismo o ansiedad, irritabilidad, corazón acelerado, movimientos intestinales, sudoración, insomnio, temblores en las manos y debilidad muscular, además de la pérdida de peso.

Recuerda que las mujeres son mucho más propensas a tener problemas de tiroides, sobre todo hipotiroidismo. De hecho, las probabilidades aumentan hasta 50 veces más para el sexo femenino y el riesgo aumenta en la premenopausia. También es importante notar que es una condición que corre en la familia, por lo que si tus padres o abuelos la tienen es importante hacerse una revisión.

Si reconoces varios de estos síntomas, es importante que hagas una cita con un endocrinólogo. Una buena edad para empezar a hacer los controles es a los 35 años, y luego hacerlo con la frecuencia indicada por tu doctor.

Esta es una enfermedad que no debes dejar pasar pues de quedar sin tratar puede traer condiciones más graves a largo plazo como enfermedades del corazón, derrame cerebral, osteoporosis, infertilidad y problemas mentales. En el caso de las mujeres embarazadas aumenta la probabilidad de tener aborto involuntario u otros problemas relacionados con el embarazo.

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