¿Sientes fatiga extrema, debilitante, que interfiere con tus actividades diarias y no se alivia con el sueño? Quizás no es solo cansancio y estrés. El síndrome de fatiga crónica (SFC) es una enfermedad compleja, poco entendida y subdiagnosticada. A pesar de no tener tratamiento estandarizado, puede manejarse con terapia de ejercicios y manejo del estrés individualizado que ayuda a mejorar la calidad de vida.

Hoy por hoy, el SFC puede ser diagnosticado al encontrar un patrón específico de síntomas físicos y mentales. Sin embargo, la causa de la enfermedad sigue siendo un enigma. Se le ha atribuido el padecimiento a un sistema inmune defectuoso, deficiencias nutricionales o infecciones virales que de alguna manera desencadenan el SFC. Estudios también reportan una conexión con la anemia, los trastornos del sueño, la presión arterial baja y otras alteraciones metabólicas.

Síntomas del Síndrome de Fatiga Crónica

1. Fatiga intensa

Todos podemos sentirnos cansados y fatigados de vez en cuando. La diferencia con el SFC es que la fatiga es abrumadora y que dura por lo menos 6 meses. Ésta puede empeorar después de un esfuerzo físico o mental y el sueño completo durante la noche no proporciona ningún alivio. Por lo general que acompaña de dolor crónico.

2. Dolor recurrente

Muchas personas con SFC desarrollan dolor recurrente que incluye dolor de cabeza, dolor de garganta, dolor muscular y dolor articular. Las articulaciones duelen sin mostrar signos de inflamación o rubor. La causa de éstos síntomas no es del todo clara, pero el dolor puede tratarse con medicación y terapia física.

Las personas con SFC pueden también presentar:

3. Problemas de memoria
4. Dificultad para concentrarse
5. Alteraciones del sueño
6. Debilidad y mareo

¿Quién está en riesgo?

Más de un millón de estadounidenses padecen SFC. Las mujeres tienen cuatro veces más probabilidades que los hombres de desarrollar la enfermedad. Aunque potencialmente se puede padecer SFC a cualquier edad, las personas entre los 40 y 50 años son la más afectadas. Se habla de que pudiera haber un componente genético, sin embargo, no hay evidencia de que el SFC sea hereditario.

El SFC es muy raro en niños y ligeramente más frecuente en adolescentes. La ventaja es que cuando afecta a personas jóvenes, lo más probable es que mejore con el tiempo. Si un niño es diagnosticado con SFC, se debe consultar con un especialista que indique un programa de manejo y ejercicio individualizado y buscar medios constructivos que permitan al niño hacerle frente al problema.

¿Cómo se diagnostica SFC?

No existe ningún estudio de laboratorio o imagen que permitan realizar un diagnóstico. Aunque, lo más seguro es que tu médico los realice para descartar la presencia de alguna otra condición que pueda estar generando los síntomas. El diagnóstico se hace cuando la persona presenta:

  • Fatiga severa durante al menos 6 meses que no se explica por otra condición
  • Y al menos 4 de los siguientes síntomas:

– Dolor de cabeza
– Alteración en la memoria o concentración
– Ganglios linfáticos inflamados en cuello o axila
– Dolor muscular
– Dolor de garganta
– Dolor de múltiples articulaciones sin signos de inflamación o rubor
– Sueño no reparador
– Agotamiento después de actividad física o mental

Por lo general el SFC sigue un curso cíclico, con períodos de intensa fatiga seguidos por períodos de bienestar. Es de suma importancia no exagerar con la actividad en los momentos de bienestar porque pueden desencadenar una recaída.

Opciones terapéuticas para el SFC

No existe cura para el SFC y ninguna medicación ha sido desarrollada específicamente para tratarlo. El equipo médico que realice el diagnóstico debe desarrollar estrategias para afrontar la situación, tales como manejar el nivel de actividad y recetar medicación que controle los síntomas. La clave está en tratar de sentirse mejor no “normal”.

Los estudios indican que la actividad física gradual y guiada es de gran ayuda para el SFC. La terapia guiada aumenta lentamente la duración del ejercicio, evitando el exceso y adaptándola a la rutina diaria de cada persona. Igualmente, crear una rutina antes de ir a la cama, mejorará los hábitos de sueño, disminuyendo los problemas para dormir.

La medicación utilizada busca el control de síntomas como la falta de sueño y el dolor crónico. Algunas personas con SFC son más sensibles a ciertos medicamentos, por lo que la dosis debe ser regulada por un especialista para evitar efectos secundarios perjudiciales. Se recomienda combinar el tratamiento con un terapeuta o psicólogo que ayude a disminuir la ansiedad, depresión, ira y culpa.

Algunos expertos recomiendan terapias alternativas como hidroterapia, técnicas de relajación y estiramiento y acupuntura. Siempre y cuando sean realizadas por profesionales que tengan conocimiento del SFC. Se debe tener precaución con múltiples terapias herbales, nutricionales y suplementos vitamínicos que se promocionan como tratamiento para el SFC, son fraudulentas y no tienen soporte científico.

La dieta y el SFC

No existe ninguna estrategia dietaria aceptada, sin embargo se recomienda una dieta balanceada. El consumo de ácidos grasos esenciales presentes en las semillas, nueces y pescados de agua fría pueden reducir la fatiga. Algunas personas con SFC notan que ciertos alimentos (cafeína, alcohol, azúcar refinada) desencadenan sus síntomas y deben evitarlos.

El panorama del SFC

El SFC no es una enfermedad psiquiátrica, ni es una forma de depresión. Pero es común que más de la mitad de personas que lo padecen, desarrollen depresión en el curso de la enfermedad, debido a la dificultad de adaptar su vida a una condición crónica y debilitante. La familia debe ser un gran soporte y se recomienda acudir a terapia familiar para aprender a lidiar con los cambios en la dinámica familiar a causa de la enfermedad.

El porcentaje de personas que se recuperan por completo del SFC se desconoce. Pero muchas de ellas disfrutan de períodos largos de remisión, especialmente cuando aprenden a manejar su nivel de actividad. El tratamiento oportuno aumenta considerablemente la probabilidad de mejoría. Si este cuadro te resulta familiar, acude con un especialista.

Fuente: WebMD