Los probióticos, los suplementos alimenticios que contienen probióticos y los alimentos enriquecidos con probióticos son una tendencia alimentaria que ha ganado popularidad en los último años. El punto a tomar en cuenta es que, estas pequeñas bacterias ya han estado presentes y coexistido con nosotros mucho antes de que se empaquen, comercialicen y tengan registro sanitario.

Estos microorganismos vivos son similares a los valiosos microorganismos que residen normalmente en nuestros cuerpos, un gran conjunto de microbios, incluyendo bacterias y hongos, que no solo que no son perjudiciales, sino que mantienen el equilibrio del organismo.

La comunidad científica se ha tardado siglos en llegar a un consenso de qué son realmente los probióticos, para qué sirven y cómo se deben consumir. Ahora, que además de ser un tema relacionado con la salud, es un término que se utiliza indistintamente en productos como yogur, bebidas, y suplementos, es necesario definir y explicar su verdadera función.

La Dra. Lynne McFarland, profesora asociada de química medicinal en la Universidad de Washington y experta en la materia, explica que en el último consenso se define a un probiótico como un microorganismo que puede ser bacteria u hongo, debe estar vivo, debe consumirse en dosis adecuadas y debe haber demostrado tener un efecto beneficioso para la salud.

El entendimiento de los probióticos ha cambiado a través del tiempo y data desde la época prehistórica. En Asia, utilizaban la fermentación para mantener sus alimentos durante periodos mayores de tiempo sin que se pudran y en Egipto en donde preparaban bebidas en base a la fermentación de la leche.

En los siglos 19 y 20 se hicieron hallazgos importante, como las bacterias y hongos responsables de la fermentación por Pasteur y los microorganismos presentes en el intestino por Eli Metchnikoff. Pero no fue sino hasta los años 50’s que en Europa, se dio relevancia a los probióticos. A diferencia de América, en donde dicha difusión no ocurrió sino hasta los años 90, cuando se popularizó el término y sus beneficios.

A partir de ahí, su consumo alcanzó su pico máximo, llegando a ser partes de los 3 primeros suplementos de consumo general. El problema, es que se abrió campo a la venta de productos que realmente no contienen probióticos, de calidad dudosa y sin regulación sanitaria. Hecho que aún ocurre en la actualidad.

En el 2002 se crearon las primeras guías para la evaluación de los probióticos en alimentos, realizada por la Organización de Comida y Agricultura de las Naciones Unidas, tras lo que se inició la administración de probióticos y prebióticos (promueven el crecimiento de bacterias beneficiosas en el intestino) por diversas vías.

“Ahora hay probióticos que vienen en chocolates, en quesos, en el pan y hasta en chispas de sabores para el helado”, menciona McFarland.

A partir del 2010, se inician estudios que sugieren que ciertos probióticos ayudan a mitigar los síntomas relacionados con enfermedades gastrointestinales como el síndrome de intestino irritable. Aunque los resultados fueron positivos no son concluyentes, ya que no funciona en todas las personas y no todos los probióticos tiene el mismo efecto.

De igual manera, en la última década se han mencionado probióticos que son específicos para la mujer y otros para el hombre. La Dra. McFarland explica que la población de microorganismos no difiere entre hombres y mujer, entonces a menos que se hable de la salud vaginal, no deberían existir productos separados por género.

Últimos estudios, apuntan a la importancia de los probióticos en el manejo de la sepsis neonatal, una infección generalizada en los niños menores de 3 meses, que podría significar la reducción de hasta el 40% de infecciones y subsecuentes muertes.

A pesar de todos los hallazgos mencionados, los expertos dicen que los probióticos pueden ser benéficos si se toman para prevenir diarreas asociadas con viajes o para prevenir los efectos secundarios de los antibióticos. Para cualquier otro propósito, se debe consultar a un especialista.

La mayoría de probióticos que necesitamos se consumen a través de una dieta adecuada y balanceada, de la cual las bacterias “buenas” también se benefician. Comer comida fermentada como el yogur o el kimchi y alimentos con fibra como vegetales y granos, van a ser siempre mejor que consumir suplementos ricos en probióticos.

Fuente: CNN Health