Los animales tienen mecanismos de adaptación asombrosos. Uno de éstos, denominado ecolocalización, es la capacidad de conocer su entorno por medio de la emisión de sonidos y la interpretación del eco que los objetos a su alrededor producen debido a ellos. Habilidad compartida por algunos mamíferos como los murciélagos, los delfines y ciertas aves.

Algunas personas con ceguera han desarrollado la capacidad de ecolocalizar, así como lo hacen los murciélagos por medio de clics que realizan con la boca, pueden lograr entender el ambiente que les rodea. Algunos investigadores quieren comprender el mecanismo, para que  en un futuro, otras personas no videntes puedan aprender la técnica y utilizarla rutinariamente.

A pesar de que muchas personas no videntes obtienen la información del ambiente por medio de ecos, solo muy pocos utilizan sonidos emitidos por ellos mismos para ecolocalizarse. Hay algunas personas que son tan duchas en ésta capacidad, como Daniel Kish, que incluso pueden dibujar un bosquejo de la habitación donde se encuentran únicamente realizando clics en toda la superficie, y hasta incluso realizar ciclismo de montaña en rutas desconocidas.

Investigaciones previas revelaron que este tipo de ecolocalización humana, involucra algunas áreas del cerebro que se utilizan para la visión en las personas videntes. Kish quien tiene ceguera desde el nacimiento, piensa que experimenta las sensaciones como algo parecido a imágenes. “No es computacional, existe una experiencia palpable de una imagen como una representación espacial, aquí está la pared, aquí están las esquinas, aquí hay objetos” menciona.

En un estudio reciente, Lore Thaler investigadora de la Universidad de Durham en el Reino Unido y su equipo, llevaron a cabo el primer análisis acústico a profundidad de los clics de la boca. Trabajaron con Kish y dos otros chicos no videntes ecolocalizadores de Holanda y Austria.

Los clics que analizaron toman la forma de ondas de sonido altamente precisas o enfocadas en un cono de 60 grados, comparados con los 120 a 180 grados de una conversación típica. Los ecolocalizadores habían desarrollado, sin saberlo, una manera de apuntar sus clics hacia el espacio que estaban percibiendo, afirma Thaler.

En un rango de frecuencia de 2 a 4 kilohertz, los clics tienen un tono más agudos que el de una conversación, quizás porque ayudan a mantener el cono de sonido más enfocado. Los clics también fueron muy cortos, duran apenas 3 milisegundos, lo que puede ayudar a evitar que el sonido que emiten se sobrelape con su propio eco, explica Thaler.

Utilizando estos hallazgos, el equipo ha generado clics sintéticos que podrán utilizarse en investigaciones futuras. “Podemos usar la computadora para hacer un clic a un objeto mil veces y lograr determinar su forma, no se le puede pedir a un humano que haga mil veces clic hacia un objeto”, dice Thaler.

“Esto provee un excelente punto de partida para el entendimiento de lo que sucede con los clics” comenta Andrew Kolarik de la Escuela de Estudios Avanzados de la Universidad de Londres. “Existe un poco de debate alrededor de qué método emite la mejor señal para la ecolocalización, ahora debemos encontrar exactamente qué clic es mejor para cada situación

Un mejor entendimiento de como Kish y los demás chicos logran ecolocalizarse, ayudará a enseñar la técnica a otras personas que han perdido la vista. El trabajo puede también llevarnos a desarrollar mejores formas de sistemas de sonar artificiales que puedan ser utilizados para carros automatizados, dice Thaler. “Los sistemas de sonar actuales pueden decir que tan lejos y tan grande es un objeto, pero no pueden determinar qué es. Los ecolocalizadores humanos muchas veces los superan”.

Fuente: New Scientist