Mitos y hechos sobre la Hepatitis C

La hepatitis C es una enfermedad bastante común. Cerca de 3.9 millones de estadounidenses sufren de esta enfermedad, y otros 30000  contraen una infección cada año. Es una de las enfermedades infecciosas de la sangre más comunes en Estados Unidos. Estar expuesto a la sangre de una persona infectada incrementa el riesgo de contagio. Los factores de riesgo incluyen el uso de drogas intravenosas, estar infectado con VIH, realizarse hemodiálisis o haber tenido una transfusión de sangre antes de 1982. Los niños de madres que tienen hepatitis C también tienen un alto riesgo de tener la infección.

La hepatitis no viral, es decir, la inflamación del hígado, puede ser causada por el consumo excesivo de alcohol, algunas medicinas, otras infecciones o enfermedades autoinmunes. Estos factores también pueden aumentar el riesgo de contraer la infección.

La parte del cuerpo más afectada por esta enfermedad es el hígado. Hepatitis literalmente significa inflamación del hígado. El trabajo del hígado es limpiar la sangre, ayudar a digerir grasa, almacenar y proveer azúcar, y producir las proteínas encargadas de la coagulación de la sangre.

La hepatitis C puede quedarse activa en el cuerpo y empezar a dañar el hígado con el tiempo. Esta condición se conoce como hepatitis C crónica. Puede volverse cirrosis, una enfermedad en la que la mayor parte del hígado ha sido destruido y la mayor parte del tejido se vuelve una costra.

Usualmente, la hepatitis C no presenta ningún síntoma. Si no es diagnosticada, puede tomar hasta 30 años para que la persona desarrolle signos graves por daño en el hígado. Una persona que tiene hepatitis C, puede contagiar a otras aunque ella no tenga síntomas.

Sin embargo, algunas personas, cuando son infectadas, presentan síntomas como náusea, vómito, orina de color oscuro, piel amarillenta y dolor en la parte superior del abdomen. Estos síntomas pueden ser causados por muchas otras razones, por ello es necesario consultar al doctor para tener un diagnóstico certero.

Los baby boomers, es decir, las personas nacidas entre 1945 y 1965, son la población con los más altos índices de hepatitis C. Probablemente se debe a que fueron infectados en los 70’s y 80’s, cuando los niveles de contagio de hepatitis C eran altos y la sangre no pasaba por métodos tan rigurosos de selección como ahora.

El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos dice que todos los baby boomers deben ser examinados en busca de la enfermedad. Adicionalmente, recomienda hacer un examen a cualquier persona que se haya inyectado drogas ilegales, haya tenido una transfusión de sangre antes de 1992, haya sido infectada con VIH, o tenga un funcionamiento anormal del hígado. También se debe realizar exámenes a los bebés nacidos de madres que tengan la enfermedad.

Aunque no es común, hay posibilidades de contraer la enfermedad a través de las relaciones sexuales. Es recomendable usar condones de látex si se tiene varias parejas sexuales o si una de ellas tiene hepatitis C. Es más probable que la persona se contagie si comparte agujas u otro equipo para inyectar drogas, o si es un médico o enfermera que se lastimó con una aguja usada en un paciente que tiene la enfermedad. También puede contagiarse al tatuarse o hacerse un piercing en un lugar que no usa equipo estéril.

Lastimosamente, no existe una vacuna contra la hepatitis C. La mejor manera de no contagiarse es evitar el contacto con sangre de personas infectadas, no compartir rasuradoras o cepillos de dientes, especialmente con alguien que tiene la enfermedad. Hay que recordar que no puede contagiarse por abrazar, besar a una persona con hepatitis C. Tampoco puede transmitirse a través de estornudos, tos o dar de lactar.