Por décadas los padres han sido advertidos sobre el riesgo de compartir la cama con sus bebés, debido a un riesgo incrementado de muerte de cuna. Múltiples estudios intentan documentar y comprobar cuál es la mejor opción y aunque existe un amplio debate, todo parecería indicar que la mejor opción es la que se adapte a cada familia, claro está, tomando las precauciones del caso.

Mientras todos pensarían que lo más natural es acurrucarse con su hijo, el consejo médico que prevalece contraindica esta acción, ya que incrementa el riesgo del síndrome de muerte súbita del lactante (MSL), también conocida como muerte de cuna. Razón por la que el consenso internacional indica que los niños deben dormir en una cuna separada, en el mismo cuarto.

En el otro lado de la discusión se encuentran los antropólogos y algunas corrientes médicas que proponen la “paternidad con apego”, quienes afirman que la separación infante-padre es anti natural y opuesta a la historia evolutiva. Ellos, no sólo proponen compartir el cuarto con el bebé, sino que promueven el compartir la cama, lo que significa un conflicto directo con el consejo pediátrico.

Aunque el tema lleva años sobre la mesa, hace poco tiempo el debate reinició por un estudio que sugiere que el compartir el cuarto con un bebé hasta los 9 meses reduce el tiempo de sueño de un bebé, lo que en teoría podría tener consecuencias en la salud a futuro.

Nuestros ancestros dormían en contacto directo con su hijos, para protegerlos, así como lo hacen los primates, afirma Helen Ball de la Universidad de Durham en el Reino Unido. “Los bebés responden al contacto íntimo, su respiración, oxigenación y ritmo cardiaco se estabilizan”, comenta.

Existen diferencias geográficas, mientras en Asia y África la mayoría de bebés comparten la cama con sus padres, en el Occidente a partir de la revolución industrial esto cambió. Aunque no fue sino hasta la década de los 90, que comenzó a considerarse como un hábito peligroso. A partir del 2005 tanto la Asociación Americana de Pediatría (AAP), como la británica y australiana, crearon guías en donde se advierte de los riesgos.

Ian Paul, de la Universidad Estatal de Pennsylvania, comenta “Ya no dormimos en cuevas o en el piso, estamos en el siglo 21 por lo que colchones con almohadas y sábanas pueden sofocar a los bebés”, por lo que agregó que “99% de los pediatras jamás recomendarán que compartas una cama con tu bebé”.

Un estudio del 2014,  apunta a que compartir la cama podría hacerse de manera segura. Cuando analizaron 400 casos de MSL en Reino Unido, encontraron que dormir con un bebé se asocia a MSL cuando es en un sofá, los padres consumen de tabaco o de alcohol antes de ir a la cama.

Padres que no presenten estos factores de riesgo, podrían preparar espacios para dormir que sean seguros para sus bebés, asegura Ball. “Usar un colchón firme y mantener las sábanas y almohadas lejos” comenta. La mayoría de madres instintivamente se acurrucan alrededor de su bebé, pero si ellas tienen miedo de aplastar o sofocar a su hijo, la solución es acomodar una cuna adherida a la cama, que forme una zona contigua pero protegida.

No se sabe a ciencia cierta cual es la causa de la MSL, ni su relación con la compartición de la cama. Sin embargo, algunos estudios proponen que la causa de la muerte de cuna es una alteración química cerebral, o anormalidades en el cerebro que dificultan la regulación de la respiración o del despertar.

Los expertos indican que estos resultados no son convincentes y que lo recomendable es tener un manejo preventivo y continuar con la recomendación de que los bebés deben dormir en una superficie aparte.

Existen pocos estudios que valoran los resultados a largo plazo de compartir la cama con el bebé. Uno de ellos, siguió durante 18 años a 205 niños que compartieron cama con su mamá, y para su sorpresa este hecho no tuvo ningún efecto en su autoestima, aceptación, relación con otros, preferencias sexuales, abuso de sustancias ni tendencias criminales al crecer.

Otro estudio indica que los bebés que comparten el cuarto con sus padres por 9 meses, duermen 40 minutos menos por noche, que los que duermen en otro cuarto. No se puede comprobar lo que ocurrirá a largo plazo, pero la deprivación de sueño se asocia con problemas cognitivos y de comportamiento. El único beneficio claro de dormir con el bebé, es que mejora la lactancia materna.

Ball comenta que los bebés pueden ser cambiados a su propia habitación a partir de los 6 meses, cuando el riesgo de MSL disminuye substancialmente y el bebé puede desarrollar el sentido de permanencia,“entiende que aunque no pueda ver a su mamá, no ha desaparecido para siempre”, dice.

La AAP en sus guías más recientes, cambió la recomendación de compartir el cuarto con el bebé por 1 año a tan solo 6 meses. Mismo cambio que adoptaron las guías británicas.

Ball comenta que educar a los padres es mejor que decirles qué hacer. “No existe una regla que se aplique a todos por igual”. Las guías muy rígidas también pueden ser difíciles de seguir, por lo que las actuales incluyen el asesoramiento de cómo realizar la compartición de cama de manera más segura, en caso de que los padres escogieran esta opción.

Todo médico debe discutir previamente con los padres las opciones, exponiendo lo riesgos de compartir cama, cuarto o de no hacerlo, en vez de negarles el derecho a elegir.

El debate aún continúa polarizado, pero la evidencia sugiere que un bebé puede dormir de la manera que sea más cómoda y se adapte mejor al estilo de vida de cada familia. Si se opta por dormir con el bebé existen opciones para reducir el riesgo, lo importante es tomar decisiones informadas y basadas en hechos científicos.

Fuente: New Scientist