niño regando plantas

El comportamiento de los niños siempre tiene una causa detrás de él. No es tan simple como decir que se están portando mal o son caprichosos. Hay que aprender a reconocer la fuente del problema para tratarlo de manera correcta.

Por ejemplo, cuando los niños no desean comer algo, no siempre se debe a que el niño está siendo caprichoso. El 80% de los casos se debe a los genes. Los niños quisquillosos para comer puede que tengan el paladar más sensible, por lo que encuentran muy sobrecogedor el sabor de nuevos alimentos. Es importante que los niños tengan una dieta balanceada, pero hay que evitar exigirles que coman nuevos platos si es que ellos no lo desean. Hay que seguir introduciendo comida nueva en su día a día, aunque no la prueben al inicio. Esto les ayudará a acostumbrarse a la comida. Puede tomar varios intentos, incluso hasta 90, para lograr que un niño pruebe un plato nuevo. El tiempo depende del niño, pero incluso los niños quisquillosos terminan disfrutando el sabor de la comida nueva.

Otro caso son los niños tímidos y la creencia de que no les irá bien en los deportes de equipo. Aunque por naturaleza no sea integran fácilmente en los equipos, como lo harían los niños extrovertidos, esto no significa que no se deba motivarlos para participar. Hay que mostrarle al niño qué es lo que hace que un deporte de equipo sea divertido. Ir a algunas prácticas puede ser útil, para que vea cómo es el deporte. Planear una tarde de juegos con algún niño o niña del equipo es otra estrategia que puede dar buenos resultados. Una vez que el niño se sienta más cómodo, puede que decida intentarlo. Si no lo hace, tampoco hay que preocuparse. El objetivo es que los niños tengan 60 minutos de actividad física a los largo del día y los deportes en equipo no son la única alternativa. Se puede intentar con otras actividades, como ciclismo, caminata o baile, donde no es necesaria la participación en equipo.

Para los niños con carácter agresivo, tampoco existe una “cura”. Cada niño nace con un temperamento específico y no cambia realmente con los años. No existe un libro de consejos para padres que pueda hacer que se vuelva un niño calmado de repente. Sin embargo, no hay que preocuparse. Todos los niños pueden aprender conductos, rutinas y hábitos que les ayuden a controlar su temperamento y canalizar su energía.

Un buen hábito, especialmente para los niños que se demoran en iniciar sus actividades, es establecer un horario. Aproximadamente un 15% de los niños tiene esta conductas que provienen de un temperamento prudente. Para integrar cambios saludables en sus hábitos, como comer, ir a dormir, u otros, hay que empezar despacio. Se debe trabajar en el horario de meta con pasos pequeños. Una rutina drástica y repentina puede ser difícil de manejar para ellos. Se debe iniciar por avisarle al niño que van a haber algunos cambios. Entonces, se empiezan a construir las modificaciones en la rutina diaria. Ir despacio será más fácil de asimilar y más efectivo.