Tal vez quisiste empezar una dieta y tu nutricionista te recomendó dejar por completo los jugos de fruta (si, incluso los naturales) y reemplazarlos por agua. Y paradójicamente, o al menos así lo pensaste, te recomendó consumir un determinado número de porciones de fruta diaria. ¿Por qué sucede esto?
El jugo de fruta no es tan nutritivo como un pedazo de fruta. Al convertirse en jugo, por lo general se lo cierne y pierde algunas de sus características nutritivas, como la fibra y se queda exclusivamente con la parte dulce, es decir el azúcar de la fruta.
Ese es el motivo por el que cuando una persona está a dieta, recibe el consejo de reducir los jugos. Su alto contenido en fructosa y en calorías lo hacen malo para alguien que quiere bajar unas libras o reducir la cintura. Por ejemplo, un vaso de jugo de naranja puede tener 21 gramos de azúcar y 112 calorías mientras que una naranja mediana tiene 12 gramos de azúcar y solo 62 calorías.
Lo mismo sucede con otro tipo de fruta, como los arándanos. Un vaso de jugo tiene 28 gramos de azúcar y 110 calorías, pero una taza de arándanos enteros tiene sólo 4 gramos de azúcar y 46 calorías. Si hacemos estos cálculos con las uvas es incluso más alto.
Además, el otro problema es la falta de fibra que si se encuentra en la fruta entera. Al no consumirlos, desaprovechamos el potencial de la fruta de reducir el colesterol y de ayudarnos a sentirnos llenos. Y contribuye al aumento veloz de azúcar en la sangre.
Esto no quiere decir que vasos ocasionales, como en el desayuno, pueden contribuir con dosis saludables de vitamina C o potasio. Pero debemos poner atención en no consumirlos con azícar añadido, y de ser posible que contengan 100% fruta. Una manera fácil de encontrar la diferencia es que por lo general, cuando no es sólo jugo de fruta, las etiquetas llevan la palabra “bebida” en su descripción.
Y si eres realmente un fanático del jugo, limítate a un vaso diario y el resto del tiempo toma agua. ¡Hasta llegarás a apreciar más a tu apreciado vaso dulce!
