Si eres madre o padre, quizá te hayas sentido culpable alguna vez al dejar que tus hijos pequeños jueguen a videojuegos. Pues tenemos una buena noticia para tí: puedes dejar de hacerlo. Al menos, si cuando juegan, tú estás a su lado, jugando con ellos.

Es esta una sugerencia hecha a raíz de un estudio reciente acerca de los efectos de la tecnología de pantalla táctil en el desarrollo de los niños. Sus resultados fueron presentados en la Conferencia de la Asociación Psicológica Estadounidense sobre Tecnología, Mente y Sociedad (American Psychological Association Conference on Technology, Mind and Society), en Washington, D.C. Y aunque la investigación se considera preliminar hasta que se publique en una revista revisada por pares, los hallazgos son reveladores.

Por un lado, el estudio identificó que los niños de 2 años que realizaban una actividad física, como gatear por un túnel o jugar la pelota, se desempeñaban mejor en una prueba de flexibilidad mental que los niños pequeños que jugaban a videojuegos solos. Sin embargo, por otra parte, también descubrieron que cuando estos niños jugaban a videojuegos no educativos con un adulto, nos le iba peor que a los primeros en esa misma prueba.

En el experimento, los investigadores dividieron a 78 niños de 2 años en 3 grupos. Un grupo estuvo 9 minutos dibujando y coloreando, otro estuvo realizando actividades físicas y al tercero se le entregó un dispositivo de pantalla táctil cargado con un juego no educativo que los niños podían jugar a cualquier ritmo que quisieran.

Luego, se les pidió a todos que clasificaran objetos, primero por forma y luego por color, para evaluar su flexibilidad mental. A primera vista, los investigadores notaron que el grupo de actividad física se desempeñó mejor. Pero también notaron que a los niños con pantallas táctiles les fue tan bien en general como a los del grupo de dibujo.

Profundizando más, se dieron cuenta de que algunos niños decidieron jugar el videojuego por su cuenta, mientras que otros invitaron a los adultos a participar. Resultó que a los niños que jugaban con adultos no sólo les iba mejor en la tarea de clasificación que a los que jugaban solos, sino que además les iba tan bien como al grupo de actividad física.

No es el qué: es el cómo

Lo que se desprende del estudio es que tal vez no sea lo que hacen los niños lo que afecta a su desarrollo sino cómo hacen lo que hacen. Pero esto por el momento tan solo es una idea que necesita de más estudio. Según Nick Antrilli, autor de la investigación y candidato al doctorado en el Laboratorio de Desarrollo Infantil de la Universidad de California en Santa Cruz, el estudio fue solo «exploratorio» y señaló que las diferencias entre los grupos eran lo suficientemente pequeñas como para ser consideradas insignificantes.

Antrilli dijo que «Se necesita más investigación para aclarar el papel de la interacción social durante el juego con pantalla táctil en la flexibilidad cognitiva de los niños pequeños». Y es que, según explicó «la interactividad social, al menos cuando es iniciada por el niño, podría ser algo beneficiosa». En cuanto al impacto de la tecnología, dijo que «Dado el alcance de nuestro estudio, no podemos hablar sobre si usar o no la tecnología como «niñera» independiente, lo que significa poner un iPad en las manos de un niño y alejarse, no es beneficioso para el niño».

Esto sobre todo lo que hace es corroborar cosas que ya se sabían. Según explicó la dra. Elsie Taveras, directora del Centro Kraft para la Salud Comunitaria del Hospital MassGeneral para Niños de Boston, «En términos generales, las interacciones sociales positivas con adultos y cuidadores de confianza pueden ser beneficiosas para el desarrollo y el aprendizaje de los niños. Por ejemplo, cuando un bebé o un niño pequeño balbucea, hace gestos o señala, y un adulto o cuidador confiado responde apropiadamente con contacto visual, palabras o un abrazo, la investigación muestra que las conexiones neuronales se construyen y fortalecen en el cerebro del niño que apoyan el desarrollo de las habilidades sociales y de comunicación. Este proceso de ida y vuelta es fundamental para el cableado del cerebro», añadió Taveras, especialmente en los primeros años».

Aunque la investigación no sea definitiva y sea todavía necesario profundizar más, resulta alentador lo que estos primeros resultados indican: que la tecnología que todos adoramos, y ellos también, no afecta a los pequeños al menos tanto como podríamos temer.