Mitos y verdades sobre la miel

La miel es un ingrediente popular en los remedios caseros, especialmente en aquellos que buscan tratar enfermedades como la gripe o la tos. A pesar de que se le atribuyen grandes propiedades curativas, su composición muestra lo contrario. Si no se cuenta el agua, la miel es 95% a 99% de azúcar. Es principalmente fructosa y glucosa, pero también tiene algunos azúcares probióticos que pueden ayudar a mantener una mezcla saludable de bacterias en el intestino. Y la mayoría de los tipos de miel tienen vitaminas, minerales y enzimas que ayudan con la digestión.

El proceso de fabricación de la miel es algo que varias personas desconocen. Las abejas recogen todo ese delicioso néctar de flores y lo mantienen en un segundo estómago especial solo para vomitarlo y pasárselo a otra abeja que hace lo mismo. Finalmente, se coloca en un área de la colmena llamada panal. Las abejas sacuden sus alas para enfriarlo, y eso hace que el agua se evapore, lo que ayuda a que se espese. Es decir, la miel no es otra cosa que vómito de abeja.

Su producción, además, es un proceso laborioso. Para producir una libra de miel, las abejas deben visitar al menos 2 millones de flores. Las 60,000 abejas que existen en promedio en una colmena pueden volar hasta 55,000 millas en busca de las flores correctas. El tipo de flor determina el color y el sabor de la miel.

La miel contiene pequeñas cantidades de polen. Esto podría llevar a pensar que comerla podría enseñarle al cuerpo a no presentar una reacción alérgica, pero esto no ocurre realmente así. Podría ser porque el polen de flores, del tipo que con más frecuencia se encuentra en la miel, generalmente no desencadena alergias. Los sospechosos habituales son árboles, hierba y malezas.

Aunque la miel es muy buena en la cocina y para algunos remedios, también hay que tener cuidado con su consumo, especialmente cuando se trata de niños pequeños. Es bastante raro, pero la miel silvestre puede tener un tipo de bacteria «dormida». Un bebé menor de un año no puede digerir la miel rápidamente, y la bacteria puede despertar y formar una toxina peligrosa en su intestino. El estreñimiento es el primer signo de botulismo infantil. Otros síntomas incluyen debilidad y dificultad para succionar o alimentar. Para evitar que los bebés desarrollen botulismo, se debe procurar no darles miel, ni siquiera en pequeñas cantidades, hasta que cumplan más de un año.

Por otro lado, los niños un poco más grandes pueden beneficiarse de consumir miel. La Academia Estadounidense de Pediatría advierte en contra de dar jarabe para la tos sin receta o medicamentos para el resfriado a niños menores de 6 años. Pero la miel podría ser una buena opción para niños mayores de 1 año. Los estudios demuestran que una cucharadita y media antes de acostarse puede ayudarlos a todos obtener una mejor noche de sueño.

Otro uso poco conocido de la miel es que puede usarse para tratar heridas si es que se aplica directamente sobre ellas. Los antiguos griegos y romanos usaban la miel para curar heridas, y también lo hicieron los rusos y los alemanes en la Primera Guerra Mundial. Parece que también podría ayudar a prevenir las infecciones.

También puede ayudar con el dolor de pecho, la fatiga y el vértigo. La miel está llena de antioxidantes que se comen todos los «radicales libres» que pueden dañar las células, y además es un antiinflamatorio.