plato de comida

Seguro que has pasado por esos días en los que, de pronto, estás con una sensación de hambre constante desde que te levantas hasta que te acuestas. Las razones para ello pueden ser de diferente índole, así que por ello te traemos a continuación algunas de las que pueden explicar que no puedas dejar de pensar en comida en todo momento para que puedas enfrentar el problema de la manera más apropiada.

Solo comiste dulces

¿Te parece extraño que estés con hambre cuando hace no tanto que te comiste un par de donas muy sabrosas? Pues no, no es raro. Aunque en su momento seguro que te parecieron deliciosas, tanto ellas como los dulces, los pasteles y las bebidas azucaradas no nos dan energía duradera, así que es normal que vuelvas a tener hambre al poco tiempo de consumirlas. Para evitarlo, a la hora de picar algo elige mejor cualquier cosa con fibra, granos, frutas o vegetales, grasas saludables (salmón, nueces, aguacate) y proteínas magras (como huevos, frijoles o pollo a la parrilla).

Estás estresado

Cuando estamos estresados, el cuerpo elimina el hambre por medio de una hormona: la adrenalina. Pero si permanecemos en ese estado durante demasiado tiempo, nuestro sistema eleva los niveles de otra hormona: el cortisol, la cual hace que nos queramos comer todo lo que se nos cruce por delante. Cuando el estrés desaparece, los niveles de cortisol disminuyen y, por lo general, nuestro apetito vuelve a la normalidad.

En realidad, lo que tienes es sed

¿Confundes el hambre con la sed? Sí, puede ocurrir. En ocasiones, creemos tener hambre pero en realidad estamos deshidratados. Por lo tanto, antes de hincarle el diente a cualquier cosa, no está de más beber un poco de agua y entonces preguntarnos si queremos comer algo o si ya no sentimos la misma urgencia que antes.

Demasiado azúcar en sangre

Cuando comemos carbohidratos dulces o con almidón (como donas, pasteles o refrescos), estos envían inmediatamente una gran cantidad de azúcar a nuestro sistema, por lo que nuestro cuerpo libera insulina para ayudar a nuestras células a usar ese azúcar como combustible o a almacenarlo para más tarde. Pero esa inundación de azúcar puede hacer que nuestro cuerpo produzca más insulina de la que necesitamos, lo cual reduce demasiado el nivel de azúcar en sangre, haciendo que nos de hambre.

Diabetes

La diabetes significa que nuestro cuerpo tiene un problema de energía. Podemos tener hambre porque nuestro cuerpo piensa que necesitamos más combustible, pero el problema real es que tenemos dificultades para convertir los alimentos en dicho combustible. El término empleado por los médicos para referirse a la sensación imperiosa e incontenible de hambre es «Polifagia» y puede ser un síntoma de diabetes. Otros síntomas pueden ser pérdida de peso, orinar más de lo habitual y sentirse más cansado. En el caso de experimentar cualquiera de ellos, lo mejor es acudir a un médico.

Nivel bajo de azúcar en sangre

Si no contamos con suficiente «combustible» o glucosa en sangre, es posible nos sintamos cansados, débiles o mareados. Esto puede suceder si no hemos comido durante varios horas y, si tenemos estos síntomas, un médico podría sugerirnos que vigilemos nuestro nivel de azúcar en sangre y que comamos algunos carbohidratos cuando notemos que esté bajo. También es posible necesitemos comer un poco más de lo normal o que sea necesario ajustar algún medicamento que estemos consumiendo para evitar que se de a menudo.

Estás embarazada

Aunque algunas futuras madres se sienten demasiado mareadas como para comer mucho durante las primeras semanas, otras pueden sentir hambre todo el tiempo. También pueden tener antojos de nuevos alimentos o sentirse enfermas con tan solo pensar en comidas que antes adoraban. Si piensas que esa podría ser la razón de tu hambre constante, no lo postergues y compra en la farmacia una prueba de embarazo para confirmarlo. De ser positivo, acude a un médico para confirmar el resultado.

Comer demasiado rápido

Al devorar la comida a demasiada velocidad puede ocurrir que no le demos a nuestro cuerpo el tiempo suficiente como para darse cuenta de que está lleno. Comer despacio también es más satisfactorio, así que trata de echar el freno. Para ello, toma bocados más pequeños, mastica bien y disfruta de la comida. Luego, espera unos 20 minutos para ver si todavía tienes hambre o no.

Comida poco satisfactoria

Los científicos le han puesto un número a la posibilidad que tiene un alimento de llenarnos: lo llaman «índice de saciedad». Los que tienen una mayor graduación del mismo satisfacen mejor nuestro apetito con las mismas calorías que otros con una menor. Por ejemplo, las papas asadas no sacian más que las papas fritas.

Ver u oler algo sabroso

Pasas cerca de una panadería y hueles el aroma de galletas recién horneadas. O ves un anuncio de helados y tu boca empieza a salivar. Este tipo de cosas pueden ser suficientes como para hacernos querer comer, ya sea que nuestro cuerpo tenga o no hambre realmente. Así que lo mejor es estar atentos a esos factores desencadenantes y, tras ser conscientes de ellos, decidir que hacer a continuación.

Las emociones toman el control

Muchas personas recurren a los conocidos como «alimentos reconfortantes» cuando estás molestos, aburridos, tristes o deprimidos. A veces se emplea el término de «comer emocionalmente», de ahí que es conveniente fijarnos en cuál es nuestro estado de ánimo justo antes de comer. Si descubrimos que a menudo nos sentimos tristes, estresados o ansiosos, quizá sea mejor hablar con un médico para buscar maneras más saludables de manejar esas emociones.

Tiroides hiperactiva o hipertiroidismo

Entre los síntomas de esta afección se encuentran sentirnos todo el tiempo cansados, nerviosos, malhumorados y hambrientos. Si los detectamos, hay que recurrir al médico. En el caso de que se descubra que sufrimos de un problema de la tiroides, generalmente se puede manejar con medicamentos, cirugía o con ambas cosas.

Medicamentos

Hay medicinas que pueden afectar a nuestro apetito. Entre ellos se incluyen algunos que se usan para tratar la depresión o trastornos del estado de ánimo. También afectan de esa forma los antihistamínicos, los antipsicóticos y los corticosteroides. Si después comenzar un nuevo tratamiento experimentamos más hambre de lo normal, debemos contárselo a nuestro médico para que el decida el rumbo a seguir. Pero lo que no debemos hacer es dejar de tomar el medicamento por nuestra cuenta.

Falta de sueño

No dormir lo suficiente puede cambiar el equilibrio de las hormonas del hambre (la leptina y la grelina) de una forma  que puede hacer que queramos comer más. También puede hacer que tengamos más probabilidades de buscar cosas de comer que tengan más calorías y más grasa para satisfacer ese impulso.